- teresamckee
Trabajo en Progreso

Este año tuve unas vacaciones encantadoras de Acción de Gracias, me las pase con mi familia por primera vez en tanto tiempo y después compartí mas tiempo con mis nietos que se quedaron con migo. Luego de dejarlos el sábado por la noche, me desperté el domingo por la mañana de muy buen humor, pero luego mi día y mi estado de ánimo empezaron a decaer. Primero, fui de compras y dejé mi billetera y mi teléfono adentro en el mostrador. Me di cuenta de mi error al llegar a casa y pedi prestado un teléfono para llamar a la tienda, que me informó que nadie había entregado la billetera ni mi teléfono. Reflexioné sobre mi situación, mi cerebro tuvo un procesamiento de desafío al principio. ¿Qué había en la billetera? Mi licencia de manejar, mis tarjetas de crédito, mis tarjetas de seguro, una tarjeta de regalo, dinero en efectivo y por supuesto mi teléfono, pero ¿qué más ? Lo que estaba en mi teléfono fue la siguiente pregunta. Aplicaciones bancarias, cuentas de tiendas, tarjetas de regalo electrónicas, aplicaciones de servicio de viajes, mis cuentas de correo electrónicas, mi tarjeta de vacuna digital, y luego me quedé en blanco cuando la ansiedad me golpeó, preguntándome qué podría hacer alguien con toda esa información personal combinada con mi identificación. Me conecté en línea y comencé a suspender mis cuentas, por si acaso. Y efectivamente, ya había un mensaje sobre un código de verificación para mi Visa.

Decidí regresar a la tienda y revisar el estacionamiento. Quizás alguien tomó lo que quería y arrojó el resto al suelo o en un bote de basura. Sin embargo, no llegué muy lejos porque descubrí que tenía una llanta ponchada. Le pedí a mi socio que me siguiera al taller de reparación de llantas y que después me llevara al estacionamiento del supermercado. Llegamos a la tienda solo para descubrir que ahora estaban cerrados los domingos. Devuelto a casa de nuevo para dejar el coche con la llanta pinchada y luego a la búsqueda de la billetera. Sin nada de suerte, así que borré de forma remota todo lo que tenia en mi teléfono al regresar a casa y comencé a hacer un lista de todo lo que debo hacer el lunes. Ir al banco para obtener una tarjeta de débito de emergencia, al departamento de automóviles para una licencia de conducir temporal, y todo lo demás.
Pedí un teléfono nuevo, con el malestar creciente por lo caros que son. Y luego de por supuesto, me di cuenta de que no podía pagar el teléfono porque había suspendido todas mis cuentas. Mi socio servicial intervino de nuevo con su tarjeta de crédito y mi nuevo teléfono llegará en un par de días.
Una vez de hacer eso, comencé a pensar en lo que estaba pasando. ¿Por qué de repente todo estaba yendo tan mal? Y aunque me mantuve tranquila por fuera, por dentro me sentía bastante mal. Al principio, yo creía que era la preocupación por lo que podría pasar con toda mi información perdida, pero me di cuenta de que era realmente solo un montón de juicio hacia mi misma. ¿Cómo pude haber hecho algo tan estúpido? ¿Tan insensato? ¿Qué estaba mal conmigo? Me había estado reprendiendo en silencio desde el momento en que me di cuenta de que había perdido la billetera. Luego mi cerebro dijo, está bien, ¿quieres darte una paliza? Y una avalancha de otros pensamientos mostrándome mis fallas comenzó a inundarme. Aquí está, fin de año, y no he soltado el peso que quería perder. Ah, ¿y por qué aún no está terminado mi libro? Y oye, ¿cuándo fue la última vez que conciliaste esos cuentas? Y así continuo.
Afortunadamente, una vez que reconocí lo que estaba haciendo mi mente, hice una pausa y después de tres respiraciones profundas, me centre en la gratitud. Estaba tan agradecida de que la llanta no se hubiese ponchado mientras conducía el tramo de 50 millas de un autopista muy transitada para llevar a mis nietos a casa. A pesar de todas mis quejas sobre la tecnología, qué bendición que con el clic de un botón podía borrar cada cosa en mi teléfono para que nadie pudiera acceder mi información. Yo también podría estar agradecida por el hecho de poder recibir un teléfono nuevo a mi a domicilio 36 horas después de haberlo perdido. Finalmente, agradecí que practico la atención plena porque a pesar de que hice algo completamente sin sentido, pude permanecer relativamente tranquila a pesar de que mi cerebro era resistente y pude recordar de observar internamente, gracias a ese entrenamiento.
El juicio personal es un acto sin sentido porque es una respuesta automática que no sirve para nada. Si hubiera estado menos ocupada con criticarme a mí misma, tal vez mi cerebro podría haber funcionado un poco mejor para averiguar qué acciones tomar. Mientras consideraba esto, me vino a la mente una conversación que tuve durante el Día de Acción de Gracias. Mis nietos estaban hablando de la necesidad de ser mejores en algunas de las cosas en las que están involucrados y yo comente que se estima que se necesitan unas 10,000 horas para dominar algo, por lo que en lugar de criticarse, solo necesitan darse cuenta de que cada vez que lo intentan, están reduciendo las horas previas a la maestría.
La única excepción a esto es ser humano. Pasamos toda la vida tratando de dominarlo, pero eso no es realmente posible. Siempre seremos un trabajo en progreso, ya que la vida está llena de cambios y sorpresas. Sosteniéndonos a un estándar de ser conscientes el 100% del tiempo es imposible, porque somos humanos y cometemos errores, nos distraemos y, a veces, hacemos cosas que no nos sirven.
A última hora de la tarde del domingo, la tienda me llamó para decirme que habían encontrado mi billetera con el teléfono todavía adjunto en un carrito de compras. Después de otro viaje a la tienda para recogerlo, gasté lo que quedaba de mi Domingo en contemplación sobre lo que había ocurrido y qué lecciones podría extraer de todo el debacle.
Una es que necesito reducir la velocidad. Iba corriendo a la tienda porque tenía mucho trabajo que hacer, ¿Qué por supuesto, nunca llegué a hacerlo debido a los eventos del día. También me he esforzado mucho en las últimos semanas, ahora que estoy controlando mejor mi PMR, tratando de ponerme al día con el valor de un año de proyectos en la casa y con trabajo al que mi cuerpo que antes luchaba no estaba cooperando. Eso me fatiga y, francamente, si los proyectos se han mantenido durante un año, no necesito terminarlos todos en un mes, que es la lección que recibi. En segundo lugar, es posible que haya necesitado un recordatorio de que está bien fallar. El fracaso es cómo aprendemos, y me he estado presionando demasiado para terminar un libro perfecto, crear talleres y entrenamientos nuevos y atractivos, y para volver a poner mi cuerpo en forma. Al menos el ultimo de esos, sé que no va a ser perfecto, pero estaría bien con algo mejor.
La búsqueda de la perfección solo ha resultado en prolongar la terminación de cada uno de estas metas.
La dilación es el descendiente del perfeccionismo, y simplemente no es eficaz. Cuando miro la montana de trabajo que no he terminado y luego miro un patio delantero como un patio trasero lleno de materiales de construcción, mi cerebro comienza a cerrarse, por lo que pierdo un tiempo precioso por inacción. He estado juzgando mi trabajo porque está lejos de ser perfecto y eso mata mi motivación, por lo que no solo me estoy quedando corta de la perfección, sino que mi productividad está cayendo como un ladrillo arrojado desde un tejado. Mi enfoque durante las últimas semanas ha sido esforzarme para que el motor vuelva a funcionar y, aunque estaba progresando, había un precio de pagar, desde no sentirme bien físicamente hasta acciones insensatas como dejar mi billetera y mi teléfono en una tienda.
En realidad, hay dos tipos de perfeccionismo: uno es saludable y el otro no, así que lo que al que realmente me estoy refiriendo es al último. El perfeccionismo sano o positivo está relacionado con la conciencia. Es caracterizado por luchar por la excelencia, obtener placer de trabajos minuciosos y ser organizado, al mismo tiempo que demuestra la capacidad de ser menos preciso. El perfeccionismo malsano o negativo es evaluativa, caracterizada por la preocupación por los errores, la necesidad de aprobación, la postergación, las dudas sobre acciones y expectativas poco realistas. Claramente me he estado deslizando hacia lo último.
La atención plena exige que seamos objetivos y sin prejuicios. Cuando hice una pausa para reflexionar de esa manera, pude ver claramente que era comprensible por qué estaba luchando y cómo había dejado que mi mente se deslizara en un postura negativa que no era saludable. También pude sentir algo de compasión por mí misma. Ha sido extremadamente un desafío para mí estar tan limitada durante el año pasado y la necesidad de ponerme al día se sintió como una forma de aliviar algo de esa frustración, lo cual hice de alguna manera, pero necesito ser más cuidadosa en el futuro.
Piense en cómo se ha estado tratando a sí mismo últimamente. Hemos pasado por cambios importantes nuevamente otra vez y es posible que no soy la única que es demasiada dura conmigo misma. Ya sea que esté luchando con regresar a un lugar de trabajo, adaptarse a una situación de trabajo remoto permanente, desafiado por un problema de salud, o simplemente siente que no está cumpliendo con sus propios estándares de ninguna manera, entonces haga una pausa. Tome esas tres respiraciones profundas. Observe sin juzgar lo que sucede en su mente. Y mírese a si mismo como un trabajo en progreso, no un resultado perfecto.
Las grandes obras maestras pueden llevar mucho tiempo. Miguel Ángel tardó 4 años en completar la Capilla Sixtina. Leonard Cohen tardó 5 años en escribir Hallelujah. Michael Crichton tardó 8 años en escribir El Parque Jurásico y J.R.R. Tolkien tomo unos 15 años para escribir El señor de los Anillos. Tardaron aproximadamente 20 años para construir la Gran Muralla China y 200 años para completar Notre Dame. Y esas son solo cosas, y nada de cerca de la complejidad de los seres humanos.
Quizás es hora de que nos concentremos en la aceptación. Podemos aceptarnos a nosotros mismos donde estamos ahora, como un trabajo en progreso y apuntar a lo que queremos ser, pero sin juzgar dónde estamos ahora. Podemos también agradecer las lecciones aprendidas cuando a veces tropezamos con las dificultades de la vida. El psicoterapeuta estadounidense-canadiense Nathaniel Branden dijo: "Mi auto-aceptación es mi rechazo de estar en un relación adversaria conmigo mismo ".
Todos podemos elegir ser amigos de nosotros mismos en lugar de autocriticarnos. Todos somos geniales obras maestras en progreso y es viviendo conscientemente que podemos hacer los mayores avances, tanto internamente y externamente.